¡Pinches medios!
¡Pinches medios!
2017-01-03
No todo lo que brilla es oro

Al escuchar las cifras económicas de lo gastado en medios de comunicación durante el sexenio pasado, perecería que la prensa vivió en un lecho de rosas; pero no es así. Si bien hubo dos o tres editores consentidos, el grueso del gremio fue tratada con desprecio, con una agresividad que rayó en lo patológico; y tal vez desde el punto de vista del entonces gobernador había razón en hacerlo, pues mientras se le reportaban gastos exorbitantes en favor de los medios, el trabajo periodístico reflejaba un marcado resentimiento contra su gobierno.

A la gran mayoría de publicaciones se les canceló anticipadamente las facturaciones (desde el mes de abril más o menos), y los adeudos anteriores no les fueron liquidados. El gobierno duartista quedó sin pagarles incluso varios años; sin embargo (comentaba -en corto- alguna vez Pelegrín) el dinero para pago de la “difusión institucional” sí salía de las arcas de Sefiplan. Ahora se conoce que esos montos fueron a parar a las arcas personales tanto de Gina Domínguez Colío como de Alberto Silva Ramos; quienes para no quedarse atrás -se asegura- desviaban el dinero mediante empresas fantasmas.

Par de… Coordinadores

Gina Domínguez Colío pasó de ser una periodista asalariada a dueña de medios “informativos”, salones de fiestas y restaurantes, al menos se le achaca la propiedad de estos, sin que ella lo niegue.
Entre las historias que se entretejen en torno a la recomendada de doña Rosa Borunda de Herrera, Gina Domínguez, está que: tras el rompimiento de la alianza con Arturo Bermúdez Zurita (su compadre), fue cateada su casa por personal de Seguridad Publica y le fueron “confiscados” varios millones de pesos.

El administrativo de la CGCS en aquel entonces era un personaje cercano a Bermúdez, a quién doña Gina le achacó que haya pasado la información de sus cuentas chuecas (que no le “reportaba”) al entonces poderosísimo Secretario de Seguridad Publica; poco tiempo después, precisamente un fin de año, Villegas recibió una severa golpiza a las puertas de su casa, que lo llevó al hospital y estuvo a punto de costarle la vida. Así se llevaban de pesado. Como me lo platicaron se los cuento yo.

De Silva Ramos que decir, de comer taco de los baratos a las afueras de las estaciones del Metro en la ciudad de México, cuando trabajaba achichincle de Fidel Herrera, pasó a ser parte del más glamuroso jet set político y económico del estado. Hoy es un encumbrado diputado federal que presume de que será candidato a presidente municipal de Tuxpan nuevamente, pero esta vez por el partido Morena.

Poli contundidos

La historia, deja en claro, que no es lo que aparenta. Los medios de comunicación no tienen la obligación de ser investigadores privados, pero hoy se les acusa de haber encubierto una verdad que apenas está saliendo a la luz, y que fue filtrada anticipadamente a cuentagotas a solamente a algunos columnistas y periódicos. Es más, permítannos dudar con respecto a que la información de las empresas fantasmas haya sido resultado de una investigación periodística, lo más seguro es que desde alguna cúspide se le haya puesto la información en bandeja de plata al medio informativo, porque ya era tiempo de que se diera a conocer.

El desprecio con que Bermúdez, Gina Domínguez y Alberto Silva trataron a la prensa, la expuso a las manos criminales, quenes se sintieron libres para “pegarles”, con los nefastos resultados de muertes y atentados contra los periodistas. Que el poderoso Bermúdez les llamara “pinches medios” a los reporteros, tuvo las repercusiones que todos conocemos.

La prensa fue una víctima más, no fue coparticipe de la decadencia de Veracruz; sería una lástima que la época oscura para los periodistas veracruzanos no haya terminado, y que esas páginas negras encuentren un continuismo en estos tiempos. Si muchos editores aguantaron sin denunciar, no fue por falta de valor ni por complicidades, simplemente se vivió una situación inédita.

La responsabilidad oficial

Es peligroso vilipendiar a los periodistas, pues se mantiene latente con esa actitud la idea de que el periodista es un enemigo, exponiéndolo a que tanto el crimen organizado, como algún político resentido o incluso alguien que tenga problemas personales con él, lo agreda. El distanciamiento hace al periodista vulnerable.

No hay pruebas fehacientes de que los periodistas asesinados en Veracruz durante el sexenio pasado hayan sido crímenes “de estado”; pero lo que sí fue culpa del pasado gobierno es haberlos dejado indefensos, al hacerlos ver públicamente como sus enemigos ante una sociedad violenta, que observó que “tocar” la economía, los bienes materiales, la integridad física e incluso la vida de los periodistas, estaba permitido.

Póker abierto

Hay pinceladas importantes en el ambiente que hacen vislumbrar que la época oscura para la prensa veracruzana va de salida, ojala así sea.
Nadie profesional se amedrenta cuando se le advierte que será pasado por un “control de calidad”; en Veracruz hay periodistas profesionales que resisten ese crisol; la remolacha simplemente no tiene uñas para rascarse.
 
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