Redacción.- La reforma electoral que impulsa Claudia Sheinbaum ya empieza a agarrar forma y todo indica que viene con bisturí en mano para moverle fuerte a las reglas del juego político. Uno de los primeros en soltar prenda fue Ricardo Monreal, coordinador de los diputados de Morena, quien adelantó que entre los cambios clave está la reducción de los famosos plurinominales.

Hoy en día existen 200 diputados plurinominales, que llegan a San Lázaro no por ganar una elección directa, sino por el porcentaje de votos que obtienen sus partidos a nivel nacional, repartidos en cinco circunscripciones del país.

Pero el tema no acaba ahí. En el Senado también hay 32 senadores plurinominales, personajes que nunca pasaron por las urnas y que llegaron gracias a las listas de sus partidos, una figura que desde hace años genera ruido y molestia entre la gente.

La idea central de la reforma es meterle tijera al número de legisladores plurinominales en ambas cámaras, tanto en Diputados como en el Senado, con el argumento de ahorrar dinero y, de paso, romper con el viejo esquema del reparto de curules entre cúpulas partidistas.

En distintos foros ya se ha planteado —aunque todavía no en un texto formal— que la propuesta iría por reducir a la mitad los plurinominales en la Cámara de Diputados, pasando de 200 a 100, y de plano desaparecer los 32 del Senado. Si eso camina, los plurinominales en Diputados bajarían del 40 al 20 por ciento del total, y en la Cámara Alta simplemente dejarían de existir.

Eso sí, llevar esta reforma hasta el final no será cosa sencilla: el golpe toca muchos intereses y, si algo es seguro, es que la batalla política que se viene será de alto calibre.
Además de que seguramente la reforma, después de ser aprobada en las Cámaras nacionales, tendría que bajar a las locales, en donde existen un montón de legisladores gozando de ese sistema; en nuestro caso, el Congreso veracruzano mantiene a flamantes 20 diputados que no fueron electos por voto popular; que se suman a los 30 que sí fueron electos.