Redacción.- Cuando parecía que ya no había margen para más sorpresas, el alcalde saliente de Coatepec, Raymundo Andrade Rivera, decidió despedirse dejando un “detalle” que pocos olvidarán: la aprobación de parquímetros en pleno Centro del Pueblo Mágico. Una decisión tomada al cuarto para las doce y sin consenso social, que cayó como balde de agua fría entre comerciantes, vecinos y visitantes.

La medida fue avalada por siete de los ocho regidores del cabildo, quienes levantaron la mano sin mayor pudor para autorizar la instalación de las máquinas de cobro. Un verdadero “regalito” de despedida que no resuelve los problemas de movilidad ni ordena el caos vial, pero sí garantiza molestias diarias y un nuevo golpe al bolsillo de los coatepecanos. Todo, justo cuando la administración está por irse.

La decisión no sorprende del todo. La gestión de Andrade Rivera se caracterizó por el desarraigo y la lejanía con la ciudadanía. Durante su mandato, muchos señalaron que el Ayuntamiento parecía gobernar para intereses ajenos al pueblo y no para quienes viven y trabajan en él. Hoy, no son pocos los que sospechan que detrás del negocio de los parquímetros podría estar su famoso “padrino”, bien conocido y mandamás del círculo del poder municipal, y que el verdadero objetivo no es el orden urbano, sino el negocio.

Con esta jugada, el alcalde saliente deja “la víbora chirreando” a la próxima administración, que tendrá que enfrentar el enojo social, las protestas y el desgaste político de una decisión que no tomó, pero que deberá administrar. Así se va don Andrade: sin reconciliarse con la ciudadanía y dejando un problema más sobre la mesa, como recuerdo de un gobierno que nunca terminó de entender a Coatepec.