QUÉ HAN DICHO LOS PAPAS DE LA VIRGEN DE GUADALUPE: PODER ESPIRITUAL Y FACTOR POLÍTICO EN LA HISTORIA DE MÉXICO
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Guadalupe: De aparición mariana a eje de identidad, unidad y disputa del poder en América

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INFORMACIÓN | Revista el Tlacuilo / 2025-12-12

Redacción | El Tlacuilo.- Desde Roma, distintos Papas han leído a la Virgen de Guadalupe no solo como un fenómeno religioso, sino como un hecho histórico con profundas implicaciones políticas, culturales y sociales. La imagen aparecida en el cerro del Tepeyac en 1531 terminó por convertirse, con el paso de los siglos, en uno de los símbolos más poderosos de cohesión e identidad en México y América Latina.

Ya en el siglo XVIII, el papa Benedicto XIV sorprendió al Vaticano al reconocer que “no se ha hecho nada igual con ninguna otra nación”, frase que, leída en clave histórica, reconoce el papel de Guadalupe como catalizador de una conversión masiva y una pacificación cultural tras la conquista. No fue poca cosa: mientras otros territorios americanos vivieron procesos largos y violentos de evangelización, en la Nueva España la figura guadalupana logró articular un lenguaje común entre indígenas, criollos y mestizos.

En 1904, San Pío X elevó la devoción a un plano continental al proclamarla Patrona de América Latina. El gesto no fue ingenuo: en una región marcada por revoluciones, anticlericalismo y proyectos de Estado laico, Guadalupe funcionaba como un punto de referencia que escapaba a fronteras políticas y regímenes de turno.

Pío XII fue más lejos al nombrarla “Reina de México y Emperatriz de las Américas”, en un contexto global atravesado por guerras y persecuciones religiosas. La Virgen mexicana se convertía así en un símbolo de resistencia espiritual frente a los embates del poder político y los conflictos ideológicos del siglo XX.

Con Juan XXIII y Pablo VI, el discurso papal subrayó el carácter guadalupano como ejemplo de evangelización sin imposición, una lectura especialmente relevante en plena Guerra Fría, cuando América Latina era campo de batalla entre proyectos políticos opuestos. La Rosa de Oro entregada por Pablo VI a la Basílica selló el reconocimiento de Guadalupe como puente entre culturas y como raíz simbólica de la región.

San Juan Pablo II, en cambio, colocó el mensaje en el corazón de la identidad mexicana. Al canonizar a Juan Diego y declarar a Guadalupe “Estrella de la Evangelización de América”, legitimó un relato histórico donde la fe popular se convierte en actor político silencioso: presente en la Independencia, en la Revolución, en el movimiento cristero y hasta en los discursos históricos del poder.

Benedicto XVI y el papa Francisco insistieron en una lectura clave para el siglo XXI: Guadalupe como ejemplo de inculturación auténtica y como llamada permanente a mirar a los pueblos originarios, a los pobres y a los marginados. En tiempos donde la política vuelve a disputar símbolos, la Virgen del Tepeyac sigue siendo una figura que ningún proyecto puede ignorar del todo.

El día de hoy el Papa León XIV celebrará por primera vez una misa dedicada a la Virgen de Guadalupe en la Basílica de San Pedro en la Santa Sede; desde ahí seguramente marcará una nueva visión papal de la Virgen Morena; mientras que se prevé que durante su pontificado visitará nuestro país y la Basílica de Guadalupe.

Más allá del altar, Guadalupe ha sido estandarte insurgente, refugio popular, argumento de unidad y, también, terreno de disputa.

Para Roma, y para México, no es solo una imagen sagrada: es uno de los pilares más sólidos sobre los que se construyó una nación mestiza, profundamente creyente y políticamente compleja.