Redacción. – Por casi cinco horas, diputados locales se dieron hasta con la curul mientras discutían un Punto de Acuerdo sobre si la movilización ciudadana del 15 de noviembre fue legítima o un disfraz para esconder influencias externas, campañas de desinformación y protagonismos políticos de esos que aparecen cuando huelen reflector. Todo para “defender” un movimiento que, paradójicamente, tuvo más cuarentones y cincuentones que jóvenes de la famosa Generación Z que supuestamente lo convocó.

La sesión fue un ring: gritos, insultos, pancartas hechas al aventón y los inevitables troleos entre bancadas. Casi todos quisieron meter cuchara, aunque pocos parecían saber de qué hablaban.

La famosa marcha tiene relevancia legislativa porque habla de reformas electorales, participación juvenil, rendición de cuentas y demás temas serios... pero en lugar de ponerse a trabajar, los diputados abren un debate eterno sobre si deben escuchar a los ciudadanos o hacerse de oídos sordos.

El pleito, además de inútil, es totalmente histriónico porque —hasta donde se sabe— nadie ha presentado un pliego petitorio formal, nadie ha interpuesto una denuncia por los supuestos abusos policiales de la CDMX, y lo único claro es que, si el documento llega a las Cámaras, los diputados solo tienen que hacer lo que hacen siempre: levantar la mano a favor o en contra. No más.

Eso sí: la marcha dejó al desnudo todo lo que los diputados han dejado de hacer. El reclamo principal es que pare la violencia provocada por la delincuencia, y ahí sí hay trabajo pendiente para rato. Podrían, por ejemplo, permitir que la policía acceda a los registros del INE para identificar delincuentes por rostro o huella digital; endurecer penas, instalación de cámaras de vigilancia obligatorias, castigar no solo a los criminales sino también a quienes los encubren; y obligar legalmente al primer círculo social de un delincuente a denunciarlos … de no hacerlo, ir a la cárcel también.

Esos son los temas que deberían discutir. No los shows de gritos y carteles chambones. Mientras tanto, los alcaldes siguen en manos de los malandros, en un país donde los patos les tiran a las escopetas. Y hablando de patos… con este espectáculo, nuestros diputados lo único que hacen es hacerse patos.