Ciudad de México, 21 de septiembre de 2025 | Redacción.– La película Sin dejar huella (2000), dirigida por María Novaro, se consolidó como una de las cintas mexicanas más significativas de inicios de siglo, no solo por su propuesta de un road movie protagonizado por mujeres, sino también porque varias de sus escenas fueron filmadas en tierras veracruzanas, lo que aportó autenticidad y fuerza visual a la narrativa.

La historia sigue a dos mujeres muy distintas: Ana, interpretada por Aitana Sánchez-Gijón, y Aurelia, encarnada por Tiaré Scanda, quienes emprenden un viaje marcado por la huida y la complicidad, cruzando territorios que reflejan tanto las bellezas naturales del país como sus desigualdades sociales. El tránsito por Veracruz permitió capturar paisajes cargados de realismo, donde la cámara de Novaro se detuvo para mostrar la riqueza cultural y los contrastes de la región.

El filme combina suspenso, crítica social y un retrato íntimo de la sororidad, abordando temas como el contrabando, la violencia de género y la corrupción. En este contexto, Veracruz aparece como un escenario que acompaña y potencia la evolución de las protagonistas, convirtiéndose en parte esencial del relato.

A 25 años de su estreno, Sin dejar huella se recuerda por sus actuaciones sólidas, la química entre sus protagonistas y la capacidad de dar voz a personajes femeninos en un cine nacional que, hasta entonces, priorizaba miradas masculinas. Hoy, además, destaca el orgullo de que Veracruz haya sido parte de la ruta de esta historia que sigue dejando huella en la memoria del cine mexicano.