4 DE AGOSTO: DÍA DE LA MUJER SOLTERA TRABAJADORA

Una fecha para visibilizar la fuerza, autonomía de millones de mujeres

Xalapa, Ver., 4 de agosto de 2025 | Aunque aún no es una efeméride reconocida oficialmente por instituciones internacionales, el Día de la Mujer Soltera Trabajadora, celebrado cada 4 de agosto, ha ganado relevancia como un espacio simbólico para reconocer a millones de mujeres que, sin pareja sentimental, sostienen sus vidas con esfuerzo, profesionalismo y autonomía.

Esta fecha busca visibilizar la realidad cotidiana de quienes, además de enfrentar el trabajo formal, la vida personal y en muchos casos el cuidado de otras personas, lo hacen sin las redes de apoyo tradicionales o sin la presencia de una figura conyugal. Lejos de ser un llamado al individualismo, este día celebra el derecho a decidir, a construir sin depender, y a romper con estigmas aún vigentes en muchas culturas.

Contexto mexicano
En México, de acuerdo con datos del INEGI, más de 20 millones de mujeres participan activamente en la vida laboral, muchas de ellas en condiciones precarias, con doble o triple jornada, y con escaso reconocimiento social o institucional. Entre ellas, hay un amplio número de mujeres solteras, jefas de familia, profesionistas o emprendedoras que sostienen hogares, comunidades y economías sin que su labor sea siempre visibilizada.

A menudo, las mujeres solteras trabajadoras enfrentan presiones sociales adicionales: son cuestionadas por su estado civil, por no tener hijos o por “dedicarse demasiado al trabajo”, cuando en realidad son pilares fundamentales en los ámbitos educativo, económico, cultural y familiar.

Una lucha que es cotidiana
El 4 de agosto no solo es una oportunidad para agradecer a esas mujeres que cuidan, que lideran, que producen y que crean, sino también para reflexionar sobre las estructuras que aún dificultan su bienestar: la brecha salarial, la falta de redes de cuidado, el acoso laboral, los estereotipos sobre la soltería o la maternidad obligada, entre otros.

Celebrar este día es reconocer que la autonomía no debería ser la excepción, sino la base de una sociedad justa. Que cada mujer que trabaja, educa, emprende o lucha sola —por elección o circunstancia— no lo hace por falta de opciones, sino por el poder de su propia determinación.