Redacción Revista El Tlacuilo.- Con toda la buena intención –y quizás algo de ingenuidad– una universidad privada invitó a Ignacio Morales Lechuga a dictar una conferencia, presumiblemente para hablar de derecho o de su trayectoria jurídica. Sin embargo, el exprocurador decidió utilizar el espacio para pronunciarse sobre la libertad de expresión, tema que –dicho con respeto– le queda grande desde la experiencia real de la prensa veracruzana. Para colmo, se hizo flanquear por Héctor Yunes Landa, otro personaje que carga más anécdotas polémicas que ejemplos de respeto hacia el gremio periodístico.

Ninguno de los dos se ha distinguido en sus cargos por defender la libertad de prensa o por facilitar la labor de los medios.
Al contrario, en la memoria colectiva del gremio persisten experiencias de indiferencia, evasión o incluso maltrato. En lugar de ofrecer argumentos sólidos o un respaldo concreto, Morales Lechuga y Yunes ofrecieron una retórica anodina que, lejos de respaldar, terminó por resultar ofensiva para un gremio que ha resistido amenazas, censura y abandono institucional sin la ayuda de figuras como ellos.

Como botón de muestra del “compromiso” de Héctor Yunes, vale la pena recordar una de sus promesas más pintorescas: durante su etapa como legislador, aseguró que donaría un automóvil para que una asociación civil pudiera rifarlo y con los fondos atender emergencias médicas de sus integrantes. ¿Sabe usted cuándo llegó ese coche? Pues nunca. Palabras, promesas, saliva… lo que a muchos les sobra y a pocos les cuesta.

La prensa veracruzana no necesita salvadores con traje ni figuras recicladas que buscan volver al foco mediático a costa de causas legítimas. La defensa de la libertad de expresión no se hace desde el púlpito del oportunismo, sino desde la coherencia, la memoria, la autocrítica… y los hechos.

Porque en Veracruz, los periodistas han aprendido a defenderse solos. Y porque para hablar de prensa, primero hay que respetarla.