“EL GRAN PEZ” UNA PELÍCULA PARA CERRAR MUY BIEN EL MES DEL PADRE
OPINIÓN | Revista el Tlacuilo: / Revista el Tlacuilo
Muy recomendable para ver en familia
Revista el Tlacuilo
OPINIÓN | Revista el Tlacuilo / 2025-06-27
El gran pez (Big Fish, 2003) es una de las películas más entrañables y emocionalmente poderosas del director Tim Burton, es muy distinta al estilo gótico y oscuro por el que suele ser conocido. Se trata de una cinta que explora las historias, los mitos familiares y el vínculo entre un padre y su hijo, todo envuelto en una atmósfera mágica y melancólica. A continuación, te comparto una crónica narrativa de la cinta, como si se tratara de un viaje a través de los recuerdos, las fábulas y el corazón humano:
Crónica de un gigante llamado Edward Bloom
Por Revista El Tlacuilo (Hay spoilers)
“Hay hombres que viven una vida tan ordinaria que pasan sin ser notados, y hay otros como Edward Bloom, que nacen destinados a ser leyenda”. Así arranca el viaje de El gran pez, una película dirigida por Tim Burton, que más que contarnos una historia, nos lanza a un río profundo donde los recuerdos, los cuentos imposibles y la realidad se entrelazan como raíces de un árbol antiguo.
La historia gira en torno a Will Bloom, un hijo que, cansado de las exageraciones de su padre, regresa a casa cuando Edward está por morir. Will quiere, por fin, conocer la verdad detrás de los relatos fantásticos que su padre ha contado toda su vida: cómo enfrentó a un gigante, cómo conoció a una bruja de un solo ojo que le mostró cómo moriría, cómo trabajó en un circo donde el director se transformaba en lobo, cómo pescó a un pez gigante… y cómo amó a Sandra, la mujer de su vida.
Pero El gran pez no se trata de comprobar qué es verdad y qué no, sino de descubrir por qué se cuentan las historias, qué verdades emocionales encierran y cómo esas narraciones forjan la identidad de quienes las cuentan.
Con la fotografía brillante de Philippe Rousselot, la nostálgica música de Danny Elfman, y actuaciones entrañables de Albert Finney y Ewan McGregor como Edward Bloom en diferentes etapas de su vida, la película teje una fábula sobre el poder de la imaginación, el valor de los vínculos familiares y la necesidad de reconciliación.
Will descubre que su padre no necesitaba decir la verdad literal, porque lo que ofrecía era algo más grande: un mundo donde el amor era tan poderoso que detenía el tiempo, donde los pueblos olvidados escondían sabiduría y dulzura, y donde la muerte, lejos de ser trágica, podía transformarse en un último acto de libertad.
La última escena, donde Will retoma las historias de su padre para contarlas a su hijo, es un cierre redondo que deja al espectador con los ojos húmedos y el corazón latiendo fuerte.
El gran pez no sólo es una película: es un testamento a la fuerza de los relatos, a la magia que habita incluso en las vidas comunes, y a la necesidad de creer —aunque sea un poquito— que la vida puede ser tan grande como nos atrevamos a contarla.