Con el reciente escandalazo nacional de una mujer de nombre Arely Rodríguez, con un domicilio fiscal falso que en ningún momento podría ser oficina y que incluso los dueños de la casa en obra negra ya salieron a decir que ni siquiera la conocen; nos viene a la memoria las empresas fantasmas de Duarte, con la diferencia que aquellas cuando se denunciaron estuvieron protegidas por el Gobierno y en este caso existe ya el compromiso del Gobernador de investigar y sancionar.

Pero los dos casos tienen un factor común, la complicidad de los empleados del SAT Veracruz para permitir la creación de estas seudoempresas.

Si usted es un ser humano común y desea iniciar una empresa, la ley de Hacienda le obliga a tener un domicilio Fiscal, mismo en el que recibirá la visita de un empleado que constará minuciosamente que el inmueble sea real y esté habilitado para los fines que se registró.

Así que uno se pregunta ¿cómo lograron estos simuladores que sus oficinas fueran validadas por el SAT? No creemos que la corrupción esté en los empleados “visitadores”, tiene que debe estar arriba o en medio del organigrama de la delegación regional; de hecho, hemos visto empleados de medio pelo que durante del sexenio duartista se forraron de dinero, y lo peor del caso es que ahora se siguen forrando colándosele a funcionarios que ignoran su pasado y que en cualquier momento pueden colarles un gol.

Ojalá se les investigue, porque aquí “el tiroteo” apunta para todos lados menos para el SAT, y las empresas fantasmas no podrían surgir y operar sin su complicidad.