Como en todo el mundo y para prevenir contagios por la pandemia, las autoridades de Xalapa decidieron cerrar escuelas, parques, jardines y en general todos los centros de reunión; medida más que plausible. El emblemático Parque Juárez situado en pleno corazón de la ciudad fue de los primeros en cerrar y nadie chistó. Ni siquiera los vendedores que llevan años en ese sitio y vieron disminuidos sus ingresos a cero.

Por casi ocho meses el parque lució vacío y rodeado de cinta de protección amarilla, en tanto que boleros y vendedores tuvieron que buscar el sustento en otra parte porque las autoridades municipales no les dieron “ni una reata para que nos ahorcáramos”, según comentó irónico un aseador de calzado que lleva casi 30 años trabajando en ese lugar.

Y en efecto, el gobierno municipal no los apoyó con nada.

Hace unas semanas cuando la pandemia disminuyó y varias ciudades de Veracruz como Xalapa pasaron al semáforo verde por unos días, las autoridades decidieron abrir la mitad del parque, pero exigieron a los comerciantes que instalaran filtros sanitarios y los pagaran de sus bolsillos. Y así lo hicieron.

Cada uno de quienes ahí trabajan coopera con diez o veinte pesos para el gel antibacterial y otras medidas sanitarias. Es decir, por sanidad no queda en el parque Juárez.

Pero cuando prácticamente todos los bares, antros, restaurantes y comercios han reabierto sus puertas, la mitad del Parque Juárez sigue cerrada y así seguirá… ¡hasta noviembre!

¿Por qué tanta agresión? Porque así lo ha decidido la autoridad municipal.

Nadie entiende y menos comprende que un sitio al aire libre que cuenta con medidas de higiene y es cien por ciento familiar permanezca parcialmente cerrado.

Ojalá alguien despierte al alcalde Hipólito Rodríguez Herrero y le diga que por favor ordene la reapertura total de ese histórico lugar de recreación. Y después, que siga durmiendo.