¡DUELES, VERACRUZ! | MI HUMILDE OPINIÓN | EL TLACUILO
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Flota la naturaleza humana

El Tlacuilo
INFORMACIÓN | Revista el Tlacuilo / 2025-10-13

Mi Humilde Opinión | El Tlacuilo.- ¡Dueles, Veracruz! Nos dueles profundo, en el alma colectiva de un pueblo que apenas alcanza a dimensionar la magnitud de su tragedia. Esta es, sin duda, la más dolorosa que ha vivido nuestro estado en tiempos recientes.

Los jóvenes universitarios lo dijeron con claridad: “nuestros compañeros desaparecidos no son números”. Y tienen toda la razón. Pero tampoco lo son las miles de familias que perdieron su casa, su sustento, su historia. No hay cifras que alcancen para medir el desgarro de ver a Veracruz cubierto de lodo, con sus caminos rotos y sus rostros marcados por la impotencia.

Hoy, informar sin conmoverse es imposible. Cada testimonio, cada imagen, hiere. El agua no solo se llevó pertenencias, también se llevó la calma, la esperanza, la normalidad. Los damnificados esperan ayuda, y cada minuto de espera se vuelve interminable, sin importar cuán rápidas sean las acciones oficiales.

Las escenas que circulan son devastadoras: autos apilados como juguetes rotos, viviendas anegadas, muebles perdidos, retratos familiares cubiertos de barro. Lo material podrá reponerse con el tiempo, pero el golpe al espíritu veracruzano tardará en sanar.

La tragedia apenas comienza a revelarse. Cuando el agua baje por completo, cuando el silencio se asiente sobre el desastre, sabremos su verdadera magnitud.

Y entre tanto dolor, también flota —como siempre— la naturaleza humana. La nobleza de los soldados que mantienen el orden, el heroísmo de un policía que muere intentando salvar vidas, la solidaridad anónima de quienes comparten lo poco que les queda. Pero junto a esa luz, asoma también la sombra: la mezquindad de quienes, sin pudor ni compasión, convierten el dolor ajeno en discurso político, o en contenido de redes para ganar aplausos virtuales.

Las fake news se multiplican como lodo digital: deforman, manipulan, incendian. Buscan sembrar odio donde solo debería haber consuelo.

Qué vergüenza dan los carroñeros de la tragedia. No conocen pausa ni respeto. Pisotean la memoria de los muertos para trepar sobre ella, y su bajeza se mide no por lo que dicen, sino por lo que disfrutan del caos.

Ya habrá tiempo para evaluar responsabilidades, para revisar lo que falló. Pero no ahora. No mientras seguimos contando muertos y buscando desaparecidos.

Ahora es tiempo de llorar, de abrazar, de ayudar. Tiempo de tender la mano sin cámaras, sin discursos, sin logotipos. De mirar al otro y reconocer en su dolor el reflejo del nuestro.

Porque la solidaridad que Veracruz necesita no se improvisa ni se finge. Se siente, se vive, se demuestra. Quien no lo entienda, que escuche a la gente que corrió a una alcaldesa electa cuando llegó a posar con unas cuantas despensas: “¡Mejor tragátelas tú!”, le gritaron. Mientras en otro punto de la ciudad el alcalde en funciones fue expulsado por vecinos durante su recorrido por zonas inundadas, al grito de: “¡No te queremos aquí!”

Ahí, en esa respuesta popular, late la dignidad del pueblo veracruzano: cansado del oportunismo, herido, pero de pie. Porque, aunque duela, Veracruz sabrá levantarse. Como siempre.

Pero bueno, eso solamente es mi humilde opinión.