¡VERGONZOSOS SAQUEOS EN POZA RICA!
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“¡Miren, mis hijitos, lo que me robé para ustedes!”, debió haber sido su discurso al llegar a casa.

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INFORMACIÓN | Revista el Tlacuilo / 2025-10-11

Redacción. - “¡Qué poca madr* tienen!”, gritó un militar al sorprender a un grupo de pobladores saqueando una tienda de conveniencia en Poza Rica. Y sí, algunos demostraron tener muy poca… sensibilidad social y una voracidad digna de estudio antropológico. Hubo quien, “para el susto”, se abrazó a todas las caguamas que sus manos y brazos pudieron sostener, como si el alcohol fuera parte del botiquín de emergencia.

En una tienda departamental, otros se sirvieron a lo grande y hasta una motoneta se llevaron, además de una moto deportiva que probablemente “necesitaban para huir del desastre”. En las calles, se veían felices a varios empujando motocicletas recién “adquiridas”. Mientras tanto, una pareja de recién casados se encargaba de cargar un refrigerador, tal vez para equipar su nuevo “nidito de amor” con botín nupcial incluido.

Un hombre cargaba un colchón nuevo mientras su compadre sonreía cargando tres llantas relucientes, listo para abrir su vulcanizadora del apocalipsis. Baterías de coche eran transportadas en fila india, en un robo hormiga casi coreográfico. Y una familia “muy unida” improvisó una lancha para transportar lo que parecían bicicletas: uno de los artículos más codiciados del día. Varias mujeres, con sonrisa maternal, cargaban bicicletas infantiles. “¡Miren, mis hijitos, lo que me robé para ustedes!”, debió sonar, esta vez, con eco en los pasillos del vecindario.

Las pantallas planas fueron otro éxito de ventas… sin pago. Un niño en una motoneta ayudaba a quien suponemos era su padre a robarse cuatro televisores, porque claro, la infancia se educa con el ejemplo. Seguramente, cuando sea adulto, podrá presumir esta “historia de vida”.

Algunos más decidieron surtir su despensa y transportarla en los carritos del supermercado. ¿Por qué no? Si ya se habían llevado los abarrotes, ¿qué más daba llevarse también el carrito? No eran uno ni dos: fueron decenas de carritos atiborrados circulando por las calles, empujados con calma, sin prisa, sin culpa, como si participaran en un desfile carnestolendo.

También se veían pasar triciclos de trabajo repletos de mercancía. Todo en un mismo día, en que la naturaleza mostró su furia… y la sociedad, una de sus peores caras.