Redacción.- El Instituto Veracruzano de Acceso a la Información (IVAI) ya tiene un lugar asegurado en la galería de las instituciones fallidas de Veracruz. Su historia siempre fue una mezcla de ineficiencia, duplicidad y despilfarro, pero alcanzó su clímax durante la administración de Naldy Rodríguez Lagunes, quien pasará a la historia como la última en dirigir este organismo sin rumbo.

Durante su gestión, el IVAI no solo mantuvo su fama de ser un órgano que jamás ofrecía respuestas claras ni prontas; en muchos casos, las solicitudes de información simplemente nunca fueron atendidas. Hoy, ya sin máscaras, se reconoce oficialmente un rezago de tres mil expedientes. La ironía es brutal: esos asuntos ahora pasarán a la Contraloría, donde siempre debieron estar, pues el IVAI era un ejemplo claro de duplicidad burocrática.

A la par de su ineficiencia, ahora salen a la luz los costos absurdos que sostenía este “elefante blanco”: un centenar de empleados para no resolver nada y un gasto anual cercano al millón y medio de pesos solo en renta de oficinas. Todo para alimentar un aparato que no servía más que para mantener la simulación.

Lo más grotesco fue la postura de la comisionada saliente, quien al momento de la entrega-recepción declaró estar preocupada porque “se hagan bien las cosas”. ¡Vaya descaro! Quizá la verdadera preocupación debería haber sido haber hecho las cosas bien antes, cuando tuvo la oportunidad de evitar que el IVAI acabara sepultado entre la desconfianza y la inoperancia.

Hoy, con su desaparición, el IVAI no deja un legado de transparencia, sino de opacidad, omisiones y gastos innecesarios. Un monumento al desperdicio.