Se decía que Gabriel “N”, antes de ser poderoso funcionario duartista vendía equipos celulares en los camellones de Tampico; pero entró a la plutocracia del Gobierno por la puerta grande, cuándo su primo hermano, Alberto Silva Ramos, se lo presentó al entonces Gobernador Fidel Herrera, integrándolo a su círculo cercano, desde donde hizo alianza con Javier Duarte para después convertirse en uno de los más poderosos operadores financieros del cordobés.

Ahora, Gabriel se da cuenta que “no es lo mismo la barca de oro que lavar ca…” pues la Fiscalía obtuvo un fallo condenatorio de 6 años y seis meses de prisión por el delito de enriquecimiento ilícito en agravio del servicio público.

No es de extrañarse, pues el ex funcionario gustaba de presumir “varo”, en sus tiempos de gloria escandalizó la compra de una casa en el corazón de las Ánimas, Xalapa, con valor estimado de varios millones de pesos, costo que no correspondía a su salario; y no fue la única propiedad que salió a luz pública.

Se dice que el funcionario de antes no solamente operó las Finanzas institucionales, sino también las de varias campañas electorales; fueron célebres sus bunkers desde donde operaba “las mapacherías” y presumía sofisticados equipos que, según él, le permitían hackear los resultados electorales.
Por sus manos pasaron, dicen, toneladas de dinero para operar el proselitismo electoral, y desde luego que en esas manos se deben haber atorado algunos billetes, o muchos.

Soberbio, prepotente y voraz, fue una de las figuras emblemáticas de ese sexenio, que junto con Vicente Benítez y Carlos Aguirre, eran de la total confianza del ex mandatario veracruzano.
Fue condenado a seis años, después de eso, o antes, podrá salir a disfrutar sus ahorritos, porque si hubo “vomito negro”, fue con Yunes, porque a las arcas públicas no regresará nada.