Los alcaldes que recorren su segundo o tercer periodo gobernando un Ayuntamiento ya se la saben y andan con los pies puestos en la tierra; pero muchos de los que viven su primera administración andan desbocados, pensando que el poder es eterno, que la luna es de queso y que los amigos son de a deveras.

Los munícipes engolosinados y cegados por el poder se creen intocables y están gastando el dinero como si fuera suyo, privilegiando las pachangas, las dadivas para tratar de congraciarse con sus gobernados, y sus actividades personales que son la constante se sus administraciones; eso los hace sentirse eficientes, aceptados y hasta bonitos. Ignoran que “a cada capillita le llega su fiestecita”, así que tarde o temprano serán auditados; además si el que lo supla es su enemigo (sin importar que sea de su mismo partido y ahorita se disfrace de amigo), la auditoría será severa.

Desde Palacio nos han dado a conocer que algunos munícipes son tan temerarios que han hecho tratos con la delincuencia, así de cegados andan con el poder, pero los mismos malhechores ya les han mostrado que no son intocables, sin embargo, los ególatras del poder suponen que a ellos nos le va a suceder porque son “más cabr*s que bonitos” ¡craso error!

El segundo año de gobierno municipal es el más bonito, los alcaldes ya saben para lo que sirve el poder, todos los ciudadanos (de cualquier status) necesitan de ellos, y aún no les arriman el caballo desde la cúpula; pero ahí nos vemos después del tercer año que irán de bajada, en el que esperamos no decirles “¡se los dije!”… pero se los estamos diciendo.