Su cita con el juez era a las 9 de la mañana, pero llegó con 10 minutos de retraso. Y se retrasó más porque los reporteros y fotógrafos no lo dejaban ni dar un paso hasta que como pudo los sorteó. Era la primera vez que iba al juzgado personalmente. Las cinco veces anteriores que estuvo frente al juez fueron de manera virtual.

Había acordado con la Fiscalía General de la República que le concedieran una nueva prórroga para presentar las pruebas que presuntamente incriminan a varios políticos del sexenio pasado (del ex presidente Enrique Peña para abajo), en el rosario de sobornos que dio la empresa brasileña Odebrecht a políticos mexicanos.

“Queremos otros 60 días de prórroga” dijeron sus abogados. A lo que el juez contestó “Sólo daré 30 días y ni uno más”.

El testigo de lujo de la FGR para castigar a todos los corruptos del peñismo se removió molesto en su silla y de seguro pensó “Ni hablar, en 30 días pediré otra prórroga. Todo fuera como eso”.

Pero minutos después sucedió lo que nadie esperaba. El juez le dijo que le ratificaba el mes de prórroga, pero que a partir de ese momento se quedaba en prisión.

Desde anoche Emilio Lozoya Austin, que fuera director de Pemex en el sexenio de Enrique Peña Nieto y aceptó que recibió de Odebrecht un soborno de 10 millones de dólares, duerme en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México junto con el ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte; el abogado Juan Collado y varios reos peligrosos acusados de narcotráfico, entre otras distinguidas personalidades.

En la historia gastronómica del mundo, seguramente a nadie le ha caído una cena tan pesada como le sucedió al ex poderoso funcionario.