Si la memoria no nos falla, fue en 1969 que quedó lista la Central Nuclear de Laguna Verde, pero algo le dijeron los ingenieros y científicos a don Gustavo Díaz Ordaz, que el poblano se negó a echarla a andar. Tampoco lo hicieron Echeverría y López Portillo.

Durante casi tres sexenios se le hicieron pruebas y más pruebas hasta que faltando unos días para terminar su administración, Miguel de la Madrid le dio luz verde a Laguna Verde.

Pero la Central Nuclear nunca ha jalado al cien, cuando no es una cosa es otra. No falta que salten “detallitos” que felizmente no han puesto en riesgo a los habitantes de la zona ni de kilómetros a la redonda.

Se dice, se comenta y se menciona, que la planta ya era obsoleta en los años 60 y por eso don Gustavo no la quiso poner en funcionamiento. Pero también se dice y se comenta que se movieron muchos intereses y por eso es que Miguel de la Madrid accedió a ponerla en operación.

Lo cierto es que es un riesgo latente.

Quizá por eso el gobierno federal destinó 787 millones 374 mil pesos, para darle mantenimiento.

¿Es mucho o poco ese dinero? Es una baba que servirá para mejorar oficinas, comprar equipo de cómputo, autos nuevos para los meros gallones, pintar aquí, rehabilitar allá y pare usted de contar. Pero insuficiente para el mantenimiento de los turbogeneradores, por ejemplo.

De acuerdo con los que de esto saben, la nucleoeléctrica necesita de un mantenimiento a fondo y no de presupuesto tan raquítico.

Aquí sí cabe la frase de que a Laguna Verde le están dando una barnizadita, cuando lo que necesita es hojalatería, pintura, cambio de aceite, frenos, balanceo y dirección. Es decir, servicio completo.