Con una sonrisa de oreja a oreja y con el puño en alto la diputada Mónica Robles Barajas celebró que, con un voto dividido, el Congreso Local haya aprobado la legalización del aborto practicado antes de las doce semanas de gestación.

Después, con una larga perorata abundó en los beneficios que eso significa pues protege la salud de las mujeres (de las embarazados no las que son fetos de menos de doce semanas).

Festejó como si la Selección le hubiera metido un gol a Brasil o a Alemania; desde las butacas las impulsoras del movimiento pro aborto la observaban, mientras las mujeres que se oponían expresaban su inconformidad desde la calle, porque se les negó el acceso al Palacio Legislativo, lo que fue un acto de discriminación porque mientras que su porra sí estuvo en butacas de primera fila, sus abucheadoras fueron marginadas y violentadas en sus derechos; ambos grupos eran de mujeres, pero no fueron medidos con la misma vara.

Doña Robles Barajas muestra bajas estadísticas en su trabajo como diputada, pero esta reforma es una medallita que sí se puede colgar como suya; celebramos que su señora madre (citada respetuosamente) no la haya abortado, porque si así hubiera sido no habría en este momento quién impulsara tan vanguardista “ley”.