Hace 84 años cuando la zona del Cofre de Perote fue declarada Parque Nacional, personas que vivían en sus faldas aprovecharon el evento para denunciar la tala inmoderada y criminal de árboles centenarios en esa región, pero nadie les hizo caso. Entre otras cosas porque la Revolución Mexicana tenía poco tiempo de haberse bajado del caballo para hacerse Institucional y el PRI era un niño de diez años al que le importaban un comino esas nimiedades.

Años después candidatos a la presidencia de la República que pasaron por ahí, dijeron que si el voto popular los llevaba a la Silla del Águila, detendrían “esta criminal costumbre que pone en riesgo nuestros bosques”. Pero llegaron y se fueron y los taladores han seguido duro y dale, duro y dale.

Hoy los nietos y bisnietos de aquellos ambientalistas siguen denunciando lo mismo y la respuesta también es la misma: puro desdén. Entre invasiones e incendios, pero sobre todo debido a la tala inmoderada, las 11 mil 530 hectáreas del Parque Nacional se encuentran en riesgo de extinguirse, pero tanto al gobierno estatal como al federal eso le importa un pito.

A plena luz del día se pueden ver decenas de camiones con cientos de troncos de especies maderables como pinos, abetos y encinos, transitar por la carretera Xalapa-Perote sin que nadie les haga nada y mucho menos les pare el alto. La tala es tan brutal que son cientos las hectáreas agrietadas donde escasea el agua y al faltar el agua falta la vida.

La única esperanza es que para cuando el Parque Nacional del Cofre de Perote se convierta en un páramo, las autoridades al fin remedien la situación sembrando abetos, pinos y encinos de plástico, que acaben de una vez y para siempre con los taladores clandestinos.

Que así sea.