Una de las ceremonias que más gusta a los alcaldes en su primer año de gobierno es la de la noche del Grito, cuando salen al balcón del palacio municipal a vitorear a los héroes que nos dieron patria y libertad. Pero a partir de su segundo año como que le piensan para asomarse al balcón. Y es que para entonces la ciudadanía ya sabe la clase de fulano o fulana que escogieron para que los gobernara.

A causa de la pandemia del COVID, los últimos dos años la ceremonia del Grito ha sido sin espectadores, lo que ha caído como bendición del cielo a los alcaldes de Veracruz. Y es que están cumpliendo su último año de gobierno y más de la mitad de los 212 han resultado reprobados. Pero hay más, se han echado de enemigos no sólo a quienes gobiernan sino a quienes fueron sus amigos.

Algunos se van acusados de corruptos, otros de desviar recursos, otros de ladrones y otros de las tres cosas y por obvias razones, se van con su popularidad por los suelos.

Es así como los munícipes de Tuxpan, Antonio Aguilar Mancha; de Poza Rica, Francisco Javier Velázquez Vallejo; de Córdoba, Leticia López Landero; de Minatitlán, Nicolás Reyes Álvarez y de Coatzacoalcos, Víctor Carranza Rosaldo, sólo por nombrar algunos, se salvaron de la silbatina y mentadas de despedida.

Aunque nos comentan que después de la ceremonia del Grito y en medio de un silencio imponente, se escucharon como estruendo sonoras mentadas de madre en varias plazas públicas de la entidad con dedicatoria a los munícipes que ya se van.