Hoy los priistas de todo el país están de plácemes, el triunfo de su partido en Coahuila e Hidalgo es un tanque de oxígeno para el tricolor que el pasado fin de semana se levantó y “andó”; y si aún existe congruencia en la vida política, en Morena deben haberse activado los focos de alerta.

Para hacer un análisis que no sea ni tan festivo ni tan catastrofista hay que tomar en consideración varios factores, entre ellos que los gobiernos de ambas entidades están encabezado por mandatarios del PRI que han realizado una buena administración, o al menos eso dicen las encuestas; Morena está en medio de su polémica elección de su dirigente nacional, por lo que en estricto sentido estos resultados no marcan la tendencia electoral general en el país, pero sí dan pauta. El peor camino que puede escoger la dirigencia perdedora es descalificar los resultados, pero ya lo está haciendo.

Es claro que fallaron los operadores políticos del equipo del presidente Obrador, lo que deja un hueco tanto en su esquema proselitista como en su gobierno, pues de entrada esto es el botón de muestra de que las dadivas sociales no influyen al momento de votar, y después la 4T tendrá dos Congresos locales más en su contra.

Lo que es peor aún para el partido en el poder, estos resultados se dan justo unos meses antes de que se lleven a cabo las megaelecciones intermedias, los malos resultados sin duda invitan al poderoso partido de Regeneración Nacional a bajarse de la nube, aterrizar a tierra y ponerse a chambear, porque ya el electorado les regaló una vez a muchos candidatos la victoria sin trabajarla, pero si están pensando que eso sucederá siempre, pos´ no, ya vimos que no; si de este resbalón aprenden en un año estarán bendiciéndolo, pero si no les enseña nada ¡Aguas!