En los años setenta del siglo anterior un vivales (si mal no recordamos nativo de Inglaterra), registró como propia la canción de La Bamba y comenzó a recibir regalías. ¿Cómo le hizo este sujeto? Lo ignoramos, pero el gobierno mexicano comprobó que esa canción es del dominio público (es decir, no tiene autor conocido) y santo remedio porque las regalías regresaron an México.

Lo mismo sucede con las telas y prendas de vestir fabricadas por nuestras artesanas indígenas, que son copiadas por modistas europeos que las convierten en elegantes vestidos que se pagan en cientos de miles de pesos de los que no les toca ni un quinto a nuestras artesanas. Pero esto se acabó.

El senado de la República acaba de aprobar una ley que las protege contra el plagio. De acuerdo con la ley quien utilice telas de artesanas mexicanas con fines de lucro deberá pagarles un porcentaje de sus ganancias lo que nos parece correcto.

No es justo que la elaboración de telas artesanales, vestidos, rebozos y otras prendas de vestir que son verdaderas obras de arte, se coticen a precios exorbitantes en los mercados europeos y sus verdaderas dueñas ni siquiera reciban el reconocimiento, ni las ganancias que reciben los modistas plagiarios.

La pregunta es, ¿funcionará esa ley en el ámbito internacional? Sin duda sí.