Para quienes piensen que la peste del siglo XXI llamada COVID-19 ya se fue del país, y sobre todo de Veracruz ¡aguas! Si por razón natural menguó entre abril y mayo está repuntando en las últimas semanas.

Si bien es cierto que el número de contagios y fallecimientos ha disminuido, también es cierto que la pandemia no se ha ido del todo y pasará al menos un año para que salgamos a la calle sin ningún temor y con medidas más relajadas.

Esto lo decimos porque en el caso concreto de Xalapa, la gente sale a las calles sin cubrebocas y no toma las medidas de control ordenadas no sólo por la Organización Mundial de la Salud, sino por la Secretaría de Salud estatal. En el centro de la capital y en las plazas comerciales, cinco de cada diez personas andan retando a la muerte.

A pesar de que Xalapa está en semáforo naranja (y no en verde como muchos creen) es la segunda ciudad con más contagios en la entidad, sólo abajo del puerto de Veracruz. Es decir, esto aún no se termina y por lo tanto se deben evitar las fiestas concurridas, las aglomeraciones y los tumultos porque hacer lo contrario es jugar con la vida.

Ojo, mucho ojo. La vacuna no nos hace inmunes, sirve para que si a uno le da el coronavirus, los efectos en el cuerpo sean más leves que en una persona que aún no se ha vacunado. Y algo muy importante, el COVID sigue acechando nuestras vidas. Nada nos cuesta seguir llevando a cabo las medidas de higiene para mantener a raya al maldito bicho como usar el cubrebocas, lavarnos las manos y usar gel antibacterial.

Tranquilos, esto tiene que pasar, pero tómenlo con calma. El día que el virus haya desaparecido, desde el campanario que tenemos en la torre de las oficinas de El Tlacuilo echaremos las campanas a vuelo y esa será la señal para que todo mundo se abrace y se bese como Dios manda.