LOS VASQUEZ PARISSI: SE TURNAN COSOLEACAQUE Y AHORA VAN POR EL PRI
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Desde hace más de una década, la presidencia municipal se turna entre Cirilo Vázquez Parissi y su carnalito Ponciano Vázquez Parissi.
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OPINIÓN | Revista el Tlacuilo / 2025-12-21
Redacción.- En Cosoleacaque la democracia municipal lleva años jugando a las sillas musicales, pero con un detalle curioso: la música siempre la controlan los mismos y las sillas tienen apellido.
Desde hace más de una década, la presidencia municipal se turna entre Cirilo Vázquez Parissi y su carnalito Ponciano Vázquez Parissi, como si el ayuntamiento fuera una franquicia familiar y no una institución pública.
Cuando no gobierna uno, gobierna el otro. Y cuando uno termina, el otro ya está listo, con estructura, operadores, discurso rehecho y la narrativa de siempre: experiencia, estabilidad y amor al municipio. Amor tan grande que no lo sueltan ni echándoles un balde de agua fría.
El problema no es que repitan apellido; el problema es que repitan prácticas. Durante estos años, Cosoleacaque ha visto cómo el poder se administra con lógica doméstica: los mismos grupos, las mismas empresas, los mismos funcionarios reciclados, los mismos vicios maquillados de continuidad. Cambia el nombre en el despacho, pero no el modo de gobernar.
Las administraciones de los Vázquez Parissi han arrastrado señalamientos recurrentes: contratos concentrados, obra pública con aroma a favoritismo, uso político de la estructura municipal y propaganda gubernamental caminando peligrosamente al filo de la ley electoral. Algunas denuncias han avanzado, otras se han diluido, pero el patrón permanece intacto: estirar la liga hasta donde aguante y, si truena, culpan al mensajero.
Cirilo ha enfrentado procedimientos por actos anticipados de campaña y difusión indebida de propaganda; Ponciano ha sostenido el mismo esquema de control político. No hay ruptura ni corrección de rumbo. Hay continuidad, pero no institucional: familiar.
Así, Cosoleacaque vive una alternancia ficticia. No se eligen proyectos distintos, se elige cuál hermano se sienta en la silla grande. El cabildo parece más una sala de espera que un órgano de deliberación, y la política y presupuesto local se reduce a una sucesión pactada.
Lo grave no es que los hermanos gobiernen; lo grave es que nadie más gobierne. Porque cuando el poder se concentra, la democracia se encoge. Y cuando el gobierno se hereda, la ciudadanía queda fuera del testamento; estableciéndose un cacicazgo, que aseguran que va más allá de lo político.
En Cosoleacaque no hay reelección, hay rotación familiar. Y mientras la alcaldía siga siendo un asunto de hermanos, el municipio seguirá siendo el pariente incómodo de la democracia.
En ese contexto aparece ahora Ponciano Vázquez Parissi buscando dar el salto a la presidencia del Comité Directivo Estatal del PRI, una aspiración que carga consigo más pasivos que consensos. Su nombre no llega limpio ni renovador: arrastra el desgaste de años de control familiar en Cosoleacaque, la percepción de cacicazgo local, el reciclaje permanente de prácticas políticas y el rechazo de amplios sectores que ven en él justo lo contrario de lo que el PRI dice necesitar para sobrevivir.
En lugar de representar un relevo, Ponciano simboliza para muchos priistas la prolongación de los vicios que llevaron al partido a su debacle: grupos cerrados, poder heredado, acuerdos cupulares y una militancia cada vez más relegada por su dirigencia. Su intento por encabezar el CDE no se lee como reconstrucción, sino como captura; no como renovación, sino como extensión del mismo esquema que convirtió al PRI en un partido sin calle, sin base y con fama de franquicia de grupos.
Además, los hermanitos representan el riesgo de qué, partir de ese momento, no solamente se turnen una alcaldía, sino también se vayan heredando una y otra vez la silla embrujada del edificio de Ruíz Cortines.