Redacción El Tlacuilo.- Si Manuel Huerta pensaba que su primer informe sería la pasarela del año, alguien olvidó avisarle que lo suyo sería más bien un chapuzón con regadera y abucheo incluido.
En Veracruz Puerto tuvo que salir huyendo a refugiarse en el Club Libanés —qué casualidad, la misma ascendencia de su “amigo” Miguel Ángel Yunes Viejo; quizás de ahí vino el apoyo para el recinto.

El evento no tuvo ni el mínimo glamour político: más vacíos que en un partido del Atlas antes del 99. Ni sus redes sociales lo salvaron; prefirió esconder el desastre del Puerto y presumir solamente el de Xalapa, que, dicho sea de paso, estuvo igual de aburrido.

La verdadera atracción no fue su discurso, sino un grupo de mujeres que, a todo pulmón, le gritaron “¡Violador!”. Recordándole así la acusación de “Martha 254”, quien asegura haber sido violentada por él en septiembre de 2019. Ella misma lo dijo en su momento: “Sé que no soy la única…”. Con razón Huerta se quedó sin voz, tragando saliva y descalificando lo que no pudo callar.

El presídium parecía una reunión de vecinos: nadie de peso en Veracruz se dignó a acompañarlo.
La maestra Gloria Sánchez estuvo, pero cometieron la grosería en su contra de no llamarla al presídium, la sentaron en la banca como si fuera suplente de torneo barrial, mientras el gran invitado fue Javier Corral Jurado. Sí, el mismo que vino a darle caché porque los de casa le pintaron su raya.

Así, Manuel Huerta se llevó un informe de antología: cero brillo, cero respaldo, un buen baño (literal) y un soundtrack de fondo que decía todo lo que él no quería escuchar. Mal y de malas… pero eso sí, inolvidable