Eran pasadas de la 7 y cuarto de la mañana del jueves 19 de septiembre de 1985, cuando se dejó sentir en la Ciudad de México el movimiento telúrico; muchos aún dormían y otros iban camino a sus escuelas y trabajos, pocos ya estaban en ellos.

La tecnología existente era escasa, era otro México en el que las autoridades pudieron ocultar la magnitud de los daños humanos, porque lo físicos ahí estaban, a la vista, no de todos, pero sí de los que lograron ingresar a las zonas devastadas; quién escribe radicaba en el entonces Distrito Federal ese año, pero lejano a la zona de los daños; pero con amigos de mucho tiempo cerca.

En lo personal la experiencia más impresionante fue el olor a cadáver que se dejó sentir durante meses posteriores en un amplio perímetro del Centro Histórico, el olor que llegada hasta la vía rápida Circuito Interior, a la altura paralela al Centro.

Los minutos posteriores al sismo fueron de quejidos y gritos, que fueron disminuyendo con los minutos, me narraba una amiga que vivía junto a un edificio de departamentos colapsado en San Cosme, a un costado de Insurgentes.

Una joven enfermera fue de las mujeres valientes que rescataron a los bebes del Hospital Juárez, narra que al intentar salir se separaron los edificios, ella decidió saltar de un edificio a otro, cargando dos niños, sus compañeras que no lo hicieron murieron porque colapso la nave donde se quedaron.

Algún amigo que se encontraba en un estacionamiento público decidió salirse del área a petición del guardia, sólo para ver caer sobre el área donde estuvo una inmensa barda.
Después del sismo, la solidaridad de la gente removiendo escombros, los campamentos de damnificados en casas temporales en las que habitaron durante largos años.

El sismo del 85 dejó al descubierto la corrupción de quienes permitieron la construcción de edificios sin cumplir las especificaciones, y la falta de mantenimiento de muchas construcciones que colapsaron; pero insisto, eran otros tiempos, en que la única noticia era la versión oficial.

Para algunos en esta fecha, 19 de septiembre, estará más presente en su memoria el terremoto del 2017, más cercano, que sí fue trágico; pero sin duda la mayor tragedia sísmica que ha vivido nuestro país fue la del 85; tanto por sus consecuencias físicas, como por la negligencia de Miguel de la Madrid y su Gobierno.