La violencia en todas sus expresiones es absurda, pero una de las más ilógicas y patéticas es la que acontece en torno al futbol, recurrente, por cierto; su expresión más cercana y escandalosa es el apuñalamiento de un aficionado mexicano en medio de una trifulca, por parte de otro fanático de la misma selección, en las gradas del Levi’s Stadium de California, durante el encuentro México Qatar.

El lesionado se encuentra estable a pesar de la terrible lesión, y el agresor prófugo; la Concacaf promete cooperar con las autoridades para poder dar con el responsable, “ya que los dirigentes de la confederación buscamos ofrecer máxima seguridad en los demás estadios de la Copa Oro”.

De la información hay que destacar algunas cosas, lo primero es la habilidad de Concacaf para desviar la atención, porque el tema que en realidad debiera cuestionarse es cómo fue que el agresor logró pasar un arma blanca al Estadio, la negligencia es de las autoridades deportivas; después, es de recriminarse el trato de “ganado” que le dan a los aficionados, porque mientras si en la cancha un jugador recibe una patada en la espinilla y existen un montón de paramédicos para atenderlo, luego lo sacan en camilla o en carrito e inmediatamente lo auscultan los médicos; en contraparte al rijoso con una puñalada entre pecho y cuello lo sacaron caminando dos policías, sin preocuparse ni tantito por su estado de salud, no recibió ninguna atención de primeros auxilios y mucho menos fue atendido por un médico, sino hasta llegar al hospital ¡El hombre vive de milagro!